El olor pútrido aumentaba, mi corazón bombeaba a más no
poder, sudaba, la respiración iba al mil
por hora. Era fácil creer que era el último sobreviviente. Aquella pistola de
ese policía gordito ya no tenía balas, y eran muchos para matarlos con un viejo
machete, era el fin. Decidí poner mis audífonos y poner el soundtrack de mi
muerte. Algo apocalíptico, algo infame “Blow your
Trumpets Gabriel” Behemoth. ¿Y mis audífonos?
No los traía conmigo, demasiado tarde estaba rodeado, miles de zombis se
abalanzaron contra mí, “mordían mis huesos como locos”*
Que aburrido ser un zombie en busca de comida por el mundo
sin algo tétrico que escuchar, ¿cualquier cosa? ¿no? ¿Cerebros?,
¿cerebros? Pfff ¡¡¡¡cerebrooooos!!!!! Grrrrrrr.
Ok a quien no
le ha pasado, un día que se te olvidan o pierdes los audífonos. Si eres amante
de la música como yo, sabrás que es EL FIN DEL MUNDO.
Vas aplastado
en el metrobus, que además gotea. Y cada parada vas escuchando el horrible
timbre, que advierte que cerrara las puertas. (No sé a quién se le ocurrió ese
horrible chillido).
En ese
momento envidias al de alado que trae sus audífonos.
Entras a un
edificio burocrático. Con un pie adentro te das
cuenta como el tiempo se transforma, todos se ven más grande, por lo menos 20
años, y no tarda en hacer efecto en ti, pronto te sientes con 30 años enzima.
Los minutos parecen horas y las horas parecen años. Sentado, esperando,
escuchas a lo lejos una vieja canción, sigues el ritmo con los pies y empiezas a silbar la melodía,
justo cuando estas recobrando tu felicidad. Desde lo lejos se escucha un ¡¡Shhhh!!!
Donde está la secretaria más amargada, y claro ella te atenderá.
Pasa el
tiempo y regresas a la realidad. Terminas comprándote unos audífonos de 20 Pesos
que no te duraran ni 20 minutos, sólo para descubrir que en el aparato donde
reproduces música ya no tiene batería. Así es, El Fin Del Mundo.
*“mordían mis huesos como locos” Cita sacada del Comic Nigth Of The Living Deadpool.